Contexto del proyecto
La Iglesia Católica tiene espacio para crecer cuando se trata de incluir a las mujeres en la iglesia y governanza. Muchos católicos han abandonado la iglesia, alienados por una variedad de razones. Por primera vez en nuestra larga historia, las mujeres más jóvenes abandonan la Iglesia en mayor número que sus homólogos masculinos (Wittberg). Cuando se las encuestó, las que se marcharon expresaron que una de sus razones principales para irse fue la devaluación o la subvaloración de las mujeres.
La década de 1980 estuvo lleno de potencial para crear nuevos avances para la plena participación de las mujeres en la Iglesia. Más de 75,000 mujeres participaron en Sesiones de Escucha en todo Estados Unidos y los comentarios de las mujeres se tomaron en serio mientras los obispos intentaban entregar una carta pastoral sobre las mujeres. Pero en 1992, después de años de presión de Roma para cambiar el enfoque y la intención de la carta de acuerdo con los dictados de Juan Pablo II, los obispos de EE.UU. decidieron sabiamente rechazar el borrador final porque consideraron que era tan deficiente y ofensivo que probablemente alienaría a las mujeres por completo.
Ha pasado un cuarto de siglo desde entonces y quienes creen que el pleno potencial de las mujeres debe ser aceptado y realizado plenamente en la Iglesia continúan abogando por la inclusión. En 2016, el Papa Francisco creó la Comisión de Estudio sobre el Diaconado de las Mujeres, lo que indica su disposición a dialogar sobre la inclusión de las mujeres en la Iglesia. En este momento, tenemos una oportunidad única para ayudar a educar al Santo Padre y ayudarlo a escuchar las formas en que la inclusión completa de las mujeres hará de una Iglesia más fuerte y más justa para todos.
“El Espíritu de Dios es una vida que confiere vida, raíz del árbol-mundo y viento en sus ramas.
Limpiando el pecado, ella frota aceite en las heridas.
Ella es vida reluciente atrayendo toda alabanza, toda-despertar, toda-resurrección.”
— Santa Hildegard de Bingen, Doctora de la Iglesia, Sinfonía, 141