Necesitamos hablar de David Haas

Junio 30 del 2020 / Por: Jamie Manson

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Escuché por primera vez acusaciones de abuso sexual en contra del compositor David Haas, en un post de una amiga de Facebook la semana pasada. “No había oído hablar mucho de este tema entre los católicos progresistas”, escribió ella. “Quizá nuestros corazones están demasiado rotos”.

Desde que la historia salió a la luz, tres de las víctimas de Haas han declarado, entregando información a Soli Salgado de NCR acerca de las formas en la que fueron manipuladas, besadas a la fuerza y perseguidas sin descanso por el compositor de himnos muy bien conocidos del postconcilio Vaticano II.

Las noticias dejaron aturdido al mundo progresista Católico, cuya solemne banda sonora está llena de canciones escritas por Haas. Sus letras, están cargadas de mensajes de amor, justicia e inclusión, dándole al compositor un lugar en el canon de celebridades del movimiento de la reforma Católica.

No es de extrañar, que la reacción inmediata haya sido “cancelar” a Haas: remover su música de los himnarios y dejar de reproducir sus composiciones y alabanzas. Mientras esas acciones pueden ser justificables, mi esperanza es que no sólo nos quedemos en erradicarlo y pasar la página de otro episodio triste y horrendo del “héroe católico caído”. Debemos también aprovechar esta oportunidad para tener una conversación seria acerca de lo que revelan los supuestos abusos.

Desde que el Papa Francisco empezó a tomar más en serio los abusos sexuales del clero hace dos años, mucho teólogos, comentaristas e incluso líderes de la iglesia bienintencionados (incluyendo al mismísimo papa) han señalado al clericalismo como la raíz del abuso sexual en la Iglesia Católica. Sin embargo, la historia de Haas demuestra que hay algo incluso más sistemático y más destructivo en el trabajo y en los patrones de abuso de la iglesia.

Las revelaciones de Haas son un recordatorio de los reportes que se hicieron en febrero del año pasado en los que se hablaba de Jean Vanier, el venerado fundador de L’Arche Community, y sus historias oscuras de abuso a mujeres adultas. En mi respuesta a esa historia, escribí:

“En casi todos los casos de abuso sexual de los que hemos escuchado en la iglesia con el pasar de los años - ya sea en situaciones de sacerdotes abusando niños, u obispos violando monjas, o del ex-Cardenal Theodore McCarrick forzando sexualmente a seminaristas, o… Vanier abusando sexualmente de mujeres adultas - hay un común denominador: la creencia patriarcal de que una clase especial de hombres espirituales tienen derecho a usar a las mujeres, los niños y otros hombres en estado de vulnerabilidad para su satisfacción sexual.”

Aunque los patrones de abuso de Vanier fueron más ritualistas de lo que las víctimas de Hass han descrito hasta ahora, los dos eran miembros de la élite de hombres espirituales, y en consecuencia, se beneficiaron de la mentalidad patriarcal Católica. El hecho de que ninguno de los dos estuviera ordenado muestra que el problema de la iglesia con el acoso sexual no está arraigado en el clericalismo, sino en una teología de superioridad masculina.

La Iglesia Católica enseña la teoría de la “complementariedad de género”, lo cual significa que aunque los hombres y mujeres son iguales en dignidad, tienen roles complementarios en la iglesia y la familia. En este esquema, Dios diseñó a los hombres para liderar y tomar la iniciativa, y a las mujeres para recibir y servir. La doctrina es la base de la iglesia para su teología jerárquica, que esencialmente enseña que es parte del plan de Dios que las mujeres y los niños estén completamente bajo el control del hombre. 

Cuando el poder religioso está totalmente en las manos de los hombres, éste crea una cultura de devaluación y desconfianza hacia las mujeres. Los hombres se apoyan entre sí, se protegen los unos a los otros, y tratan a las mujeres como un objeto reutilizable en sus historias poco dignas de creer. En vez de escuchar a las mujeres abusadas, los hombres las silencian y las culpan por hacerlos caer en tentación.

Es por esto que pese a que la Arquidiócesis de St. Paul en Minneapolis sabía de al menos una afirmación grave de abuso sexual en contra de David Hass en 1987, aún así le permitiò al compositor crear música para adolescentes. Y es por esto también que en estos días, las mujeres que están compareciendo para contar sus historias de conducta sexual inapropiada por parte de Haas están siendo cuestionadas y su palabra está siendo puesta en duda en los medios, o simplemente están siendo ignoradas por los líderes, colegas, y fanáticos que no quieren lidiar con el tema.

Parte de las razones por las que las declaraciones de las víctimas de Haas están siendo puestas en duda radica en nuestra tradición teológica que nos enseña a no creer en las mujeres. Salvo que la complementariedad alimenta otra fuente de duda acerca de las mujeres víctimas, concretamente la afición Católica por ver a los hombres como héroes.

Haas parecía particularmente experto en cultivar una buena reputación. Mientras NCR reportaba, el transmitía su programa  “the aura de prestigio” y seducía estudiantes para que quisieran su atención. Una víctima le dijo a NCR que sus compañeras de clase esperaban que él las mirara cuando cantaba su famoso himno “You Are Mine” (Tú Eres Mía).

Toda nuestra vida, el catolicismo ha sido alimentado con la noción de que sólo los hombres son dignos de ser sacerdotes porque Dios sólo quiere hombres líderes. Sin importar cuán progresistas intenten ser algunos Católicos, una y otra vez, nos encontramos cayendo en la creencia de que los hombres son únicos y excepcionales. Haas, al parecer, no sólo sabía esto, sino que además le sacó provecho.

Si existe algún beneficio de las revelaciones acerca de Haas y Vanier, quizá éste abrirá una conversación acerca del abuso de mujeres adultas por hombres con poder espiritual. Aunque algunos líderes en la iglesia, incluyendo al Papa Francisco, con frecuencia denuncian violencia contra las mujeres, la realidad es que la teología de complementariedad de género impone y santifica la desigualdad de género - y la desigualdad de género es la raíz de todas las violencias en contra de las mujeres alrededor del mundo.

Las historias de Vaniel y Haas nos muestras que el “clericalismo” no puede ser el grito de guerra para lo que se necesita cambiar en nuestra iglesia para detener el abuso sexual y su encubrimiento. Lo que necesita cambiar es la consagración y elevación institucional del poder masculino. La jerarquía puede crear tantos programas de formación, políticas y procedimientos como les plazca, pero hasta que no direccionen el dominio masculino como una causa importante del abuso sexual, las crisis nunca va a ser resuelta.

Puedes ver el artículo original en inglés AQUÍ

Jamie L. Manson es una columnista galardonada del National Catholic Reporter. Síguela en Twitter: @jamielmanson